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Cambia el estigma

Una mirada a los orígenes históricos y teorías sobre el estigma de la menstruación.



El estigma de la menstruación es una forma de misoginia. Los tabúes menstruales nos condicionan a entender la función menstrual como algo que debe sere escondido, algo que causa vergüenza. Y, asimismo, al no ponerle nombre a algo, reforzamos la idea de que no debe ser nombrado.

¿Acaso siempre fue necesario hablar en código para referirse a los periodos? ¿De dónde salieron estas palabras y cómo se comenzaron a usar? ¿Siempre se consideró a los periodos como una experiencia negativa?

“El contacto con [la sangre menstrual] agria el vino fresco, los cultivos que entran en contacto con ella se vuelven estériles, los injertos mueren, las semillas se secan en los jardines, los frutos se caen de los árboles, el acero se desafila y el brillo del marfil se opaca, las colmenas de abejas mueren y un hedor espantoso enrarece el aire. Al probarla, los perros enloquecen y su mordida transmite un veneno incurable.”


Estos tabúes probablemente se remontan a una era que antecede a la agricultura e, incluso, tal vez, al lenguaje.


Algunas costumbres que rodean a la menstruación pueden actuar como herramientas que fortalecen la autonomía femenina, otorgando control social y relevo de las actividades laborales, entre otros beneficios.

Está claro que la manera como hablamos sobre la menstruación no va a cambiar pronto debido al arraigo profundo de los tabúes menstruales en nuestras culturas, creencias e historias. Las sociedades que nos heredaron el entendimiento sobre nuestros cuerpos se formaron alrededor de estos tabúes. Es necesario cambiar los sistemas para cambiar los tabúes.

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